Beorlegui, analizando la relación entre
neurociencias y ética, recuerda que la realidad humana conjuga lo biológico con
lo cultural, lo innato con lo aprendido. Demuestra que la estructura y
fisiología cerebral, así como la psicología de la mente humana, son condiciones
necesarias pero no suficientes para explicar el pensamiento ético y los
comportamientos morales. Genética y cerebro establecen la posibilidad de
emergencia de la cultura. Junto a estos factores explicativos, la historia (personal
y colectiva) de interacciones grupales y de encuentros interpersonales va configurando
el desarrollo de características propias, tanto de la especie humana como de
cada uno de sus miembros: lenguaje articulado, autoconciencia, autonomía,
libertad y capacidad ética.
Ana Costa
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario